Sus obras “Niños con pataleta, adolescentes desafiantes” y “Educar
las emociones, educar para la vida” se convirtieron en fenómenos editoriales el
2007 y el 2008, respectivamente.
Cuando le comentamos que su último y quinto libro -“El estrés
en niños y adolescentes: En busca del paraíso perdido”- está años luz de la
simplicidad de los textos de autoayuda, comenta:
-Un colega me dijo “y qué te dio Amanda por ser la Pilar
Sordo” a la luz de mi éxito de ventas, pero efectivamente lo que yo escribo no
apela a lo emocional y afectivo. A mí me gusta el nivel explicativo de las
cosas, el porqué tengo pena, no la receta para combatir la pena, que es el
plano en que se mueven los libros de autoayuda.
En este caso, el del
estrés de niños y adolescentes, la neurosiquiatra conduce a los lectores por la
neurobiología, acercándola, pero no simplificándola, para que padres y educadores
entiendan cuáles son los mecanismos que participan de estas alteraciones que
culminan en estrés. Amanda explica conceptos hormonales, químicos, cerebrales,
genéticos, para con seriedad y profundidad terminar describiendo cuán
responsable es el estilo de vida de los padres el que culmina en un niño
desequilibrado, hiperactivo, angustiado. En suma: estresado.
Amanda se inició en
esta exitosa carrera editorial a partir de lo que sucedió el año 2007, cuando
en un programa de la periodista Rossana Bontempi en Canal 13, la siquiatra
especialista en niños y adolescentes aceptó mostrar el tratamiento de uno de
sus pacientes, un chico de 4 años, que hacía terribles pataletas; la terapia se
centró en modificar las conductas de la madre frente a los ataques del pequeño.
El cambio obtenido fue radical. Y las líneas telefónicas de la consulta de
Amanda Céspedes se atocharon con más de 140 llamadas diarias durante semanas.
“Las mamás preguntaban y cuándo podrá venir la doctora a mi
casa, como si fuera una cuestión automática. Así fue como se me ocurrió
escribir mis reflexiones dirigidas a la familia, ahí partió todo”.
Al alero de Ediciones B, Amanda se convirtió en súper ventas
por partida doble, ya que rescató un libro que tenía listo con María Ester, su
hermana gemela, conocida por su trabajo con Flores de Bach: “Terapia Floral
para niños de hoy”, que también se transformó en un éxito. Desde entonces, cada
febrero y en un estado que ella llama “poseído” escribe y escribe sin parar. Lo
hace en una casita que le prestan en Los Molles, mirando el mar, en compañía de
sus perros y de su música. Allí, surgió “Educar las emociones, educar para la
vida”, otro boom y ahora este nuevo texto que analiza el estrés, que no es otra
cosa que una consecuencia del estilo de vida de las familias.
-La prevalencia del
Déficit Atencional se mantiene estable a lo largo de la historia, porque su
origen es genético. Entre un 8 y un 12 por ciento de los niños lo padecen, pero
si le preguntas a la profesora de un cuarto básico te dirá que de su curso de
35 niños varones unos 17 lo tienen; es decir casi un 49 por ciento.
-¿Qué
sucede? ¿Por qué la distorsión?
-Porque al menos 14 de
esos 17 lo que tienen es un mal funcionamiento cerebral como consecuencia de
los malos hábitos de vida de la familia. Y hablo de cuestiones tan cotidianas
como que ese niño juega 4 horas al día playstation, se acuesta a las 12 de la
noche, después de comerse dos hamburguesas y un postre súper dulce solo arriba
de su cama. Por la mañana, desde que se levanta hasta que llega al colegio, ese
niño es gritoneado, apurado y retado, porque está atrasado, somnoliento y no
responde como debería. En el colegio es inquieto, impulsivo y no se concentra.
Frente a eso, la profe considera que debe ir al neurólogo porque tiene Déficit
Atencional. Y digámoslo: los neurólogos chilenos no se caracterizan por sus
buenos diagnósticos. En general, sólo se basan en síntomas, cuando el Déficit
Atencional es muy difícil de diagnosticar.
-Me imagino que todo
esto repercute en los resultados, por ejemplo, de las pruebas Simce, en los
pobres resultados de nuestra educación.
-Sin duda alguna. Todo esto atenta contra el aprendizaje, el
juego, la convivencia. Mi generación jugaba en la calle, comía temprano y
liviano y se acostaba temprano. A veces hasta los padres nos leían un cuento.
Eso ayudaba. A mí me gusta mucho la música, por eso comparo a un niño sano con
un clavecín bien temperado. Antes había más “clavecines temperados”.
En su libro escribe:
“El niño sometido a estrés crónico es similar a un delicado instrumento que se
ha roto, perdiendo su capacidad de resonar. La resonancia es equilibrio,
armonía, coherencia… Mientras más pequeño es el niño, mayor y más severa será
la ruptura de su sistema de alostasis: la delicada trama de conexiones entre
las diversas estructuras al servicio de lo emocional experimenta daños
estructurales a menudo irreversibles”.
En vivo, Amanda abunda en su descripción:
-Los padres de antes cometían muchos errores, pero al menos
trataban de mantener a los niños lejos de situaciones que producen estrés. Hoy
se pelea en la mesa, se come con un noticiero de TV que muestra que en una casa
de un barrio cercano amordazaron a la abuela, a la nana y a los niños… Los
escolares llegan al colegio como clavecines desafinados, y los papás no lo
saben, porque la consecuencia de los malos hábitos, del poco tiempo juntos, de
todo eso que implica la vida moderna, se lo saltan, al irse a trabajar y dejar
a los niños en el colegio. Es ahí donde se viven las consecuencias de los malos
hábitos familiares. ¿Quiénes padecen
estas consecuencias? Los profesores.
Niños que no se callan, imposibles de controlar, violentos,
distraídos. Niñas que hablan todo el rato y que aunque piden “perdón, tía”
tampoco se concentran. Ese es el escenario que enfrentan a diario los
profesores. Y una buena mala-noticia: el estrés es democrático. Ataca a pobres
y a ricos, porque el estilo de vida y los medios tecnológicos que utilizan los
niños (chat, Messenger, Facebook) es similar en todos los estratos, afirma la
especialista.
Amanda Céspedes comenta
que si bien no hay cifras oficiales de estrés infantil, porque el Ministerio de
Salud sólo registra las patologías clínicas, ella estima que entre 4 y 6 niños
de cada 10 está sometido a estrés, ya sea familiar o escolar. En el primer
caso, las causas van desde descalificación psicológica hasta la violencia
física, sin excluir el abuso sexual. En el segundo está el famoso bullying, los problemas de aprendizaje y
la persecución del que es distinto. “Al niño sensible, intelectual, solitario,
que intenta solucionar los problemas desde el diálogo y no desde el
enfrentamiento, se le califica de gay. Y eso los niños lo sacan de lo que ven
en casa, de lo que oyen a sus padres”, comenta la siquiatra. Y agrega:
-Hace dos años, en un
colegio del barrio alto hubo dos casos de suicidios y a mí me tocó tratar a un
chico al que a través de Internet sus compañeros lo instaban a suicidarse, y le
daban ideas de cómo hacerlo. Era tremendo. Eso es el bullying, una versión
premeditada y muy sofisticada de lo que en mis tiempos era la mocha, la
camorra. Pero esa mocha se resolvía a mano limpia y no alcanzaba estos grados
de perversión, que se amparan en el anonimato que dan las nuevas tecnologías.
-¿Por qué se produce? ¿Cómo se llegó a estos niveles?
-Por el estilo de vida
que llevan. Siempre detrás del que comete hostigamiento o bullying hay una
familia disfuncional, una víctima de abuso por parte de sus hermanos mayores o
sus padres, alguien tremendamente solitario que busca a uno más débil con el
que desquitarse. El tratamiento de estos casos pasa por tratar al victimario
más que a la víctima.
Mientras Amanda planea
escribir un sexto libro este febrero, centrado precisamente en el Déficit
Atencional, esta quinta entrega que se llama “El estrés en niños y
adolescentes” ya está entre los más vendidos. Parafraseando la bajada de título
de este interesante texto, la razón desgraciadamente está en que son muchos los
niños y jóvenes a quienes alguien les ha roto el sueño de la felicidad, y tiene
el paraíso perdido. Como señala la autora: “Los seres humanos de todas las
edades aspiramos a la felicidad, pero es en la infancia cuando más duele y más
daña perder el paraíso, la alegría, la felicidad. Sobre todo porque ese daño lo
suelen provocar los adultos mediante violencia explícita o solapada”.
bibliografía: Artículo de Ximena Torres Cautivo 2010